Serie de performances realizadas en distintos tiempos y espacios (Brasil, España e Itália, entre 2016 y 2019).
Trata de la relación de cuerpo y poder partiendo de dos direcciones: el poder que actúa sobre un cuerpo y el poder propio de un cuerpo. De esta dualidad nace la performance Corpocracia, ramificación de un proyecto que, además de la acción física, involucra la creación de piezas sonoras y escultóricas.
Devenido de la urgencia de discutir lo que es la identidad y la subjetividad dentro de un sistema neoliberal de auto vigilancia, la performance discute los tipos de control que actúan sobre los cuerpos. Este cuerpo, a pesar de tan controlado, nos puede mostrar sus grietas oscuras que, por más que intentemos nombrarlas, sería imposible dominarlas: intersticios que alojan el devenir, el golpe descompasado de un corazón, el fluir de la sangre, el acontecimiento.
Cuerpocracia #3 – Itália, 2019
Tener un pasaporte rojo en lugar de un azul cambia como el Estado y las personas me tratan. ¿Hasta qué punto esto acomete mi propia singularidad y promueve una sutil violencia sobre las identidades que he construido al largo de mi vida?
La performance Corpocracia viene como ejercicio de transbordar los valores impuestos por los papeles identitarios, que en esta etapa se resumen a infinitos certificados de nacimiento, matrimonio y óbito de una específica rama genealógica.
Qué raíces son estas que no veo saliendo de mis pies? ¿Cómo existo a través de los papeles, permitiendo que la experiencia sea absorbida y transformada en mis procesos de subjetivación, y no debajo de ellos, tapando mis pulsiones y devenires? Bailo el proceso.
Como migrante latino americana en Europa en un cierto momento se me hizo necesario encontrar salidas para poder existir en el territorio, sea como sujeto, como trabajadora, como ciudadana. Para eso, busqué en mi genealogía la cercanía entre yo y el suelo europeo. Como en el siglo XX, donde mis antepasados salieron de múltiples países y migraron a Brasil, huyendo de la guerra, yo, permanezco en tierras extranjeras hasta que mi país vuelva a aceptarme a mí, en cuánto mujer artista y educadora, y a mis ideas que actualmente son motivo de rechazo e violencia allá.
Para obtener la ciudadanía italiana hay que pasar por un proceso poco usual, que además de la infinita e exhaustiva burocracia de papeles y tasas, requiere que uno viva en Italia en una especie de cárcel domiciliar mientras que la policía arribe a su puerta para confirmar que de hecho existes más allá de los papeles. Tal proceso tarda en media 4 meses, donde uno se somete a las inciertas y frágiles decisiones de los órganos burocráticos migratorios.
Primeros estudios del proyecto, 2016